Quedandose Sin Cosas
El cambio climático es una cosa; quedarse sin recursos es otra
Los arquitectos e ingenieros en Boston están tan ocupados como siempre. Durante los últimos seis meses, los indicadores económicos muestran una tasa de crecimiento del 10 al 15%.
En respuesta a los terribles pronósticos sobre el calentamiento global, los diseñadores están mejorando todo el tiempo en la producción de edificios y estructuras de alta eficiencia y baja energía, acercándose a las emisiones de carbono zero como norma. Todo esto es una buena noticia para doblar la curva de calentamiento climático hacia abajo.
Sin embargo, la noticia aleccionadora es el crecimiento. Según Perspectivas de la economía mundial, se espera que el crecimiento mundial sea del 4,4% en 2022, muy por encima de la tasa del 3% considerada como el umbral para mantener la economía en equilibrio. Si bien esta es una buena noticia para el capital, es una historia diferente para el planeta. Considere las consecuencias de adherirse a la norma de crecimiento del 3% anual. A ese ritmo, la economía mundial duplicará su tamaño en 24 años, es decir, para cuando el recién nacido de hoy se haya graduado de la universidad.
Crucialmente, estaremos extrayendo y consumiendo recursos naturales a un ritmo similar, duplicando nuestro consumo para 2046. Según científicos de la Universidad de Zaragoza en España, en 2050, el planeta habrá sido raspado limpio de oro, plata, cobre, níquel, estaño, zinc, plomo y antimonio. Agregue litio y coltán, y podemos ver que en la prisa global por electrificar nuestros vehículos y la infraestructura, la lucha social y económica que vemos en el Congo y Bolivia no es más que el preludio de una angustia mucho mayor.
El aumento del nivel del mar, las olas de calor y todos los demás efectos del cambio climático son una cosa. Quedarse sin cosas es otra. La lucha por electrificar a la nación puede mitigar lo primero, pero es probable que exacerbe lo segundo. La guerra continua sólo intensifica el problema. La cuestión crítica es cómo crear un modelo económico que aliente a las naciones más ricas a reducir su consumo y a las naciones más pobres a desarrollarse para que todos podamos alcanzar y mantener un nivel de vida razonable y, al mismo tiempo, conservar nuestros recursos naturales. No hay respuestas fáciles, pero a menos que trabajemos en ello, el planeta se agotará y nuestros nietos serán víctimas de nuestra procrastinación.